Estaréis pensando que todo lo expuesto en los apartados anteriores está genial, pero “obras son amores y no buenas razones”, así que… ¿cómo lo hacemos?

Conocernos personalmente

Una entrevista cara a cara es lo ideal para que me contéis vuestra historia, con detenimiento y sin prisas. En una charla distendida surgen anécdotas, miradas, gestos cómplices… todos ingredientes fundamentales para cocinar un relato personal e inolvidable,
 tanto para vosotros como para el resto de invitados.

 


Redactaré el discurso

En base a la información obtenida en nuestra cita, y teniendo en cuenta vuestros gustos y peticiones, escribiré un “cuento” mediante el cual iremos reviviendo diferentes pasajes de vuestra relación, desde los comienzos hasta el día de la boda.


Coordinaré las intervenciones

En un día como este, el deseo de vuestros familiares y amigos de dedicaros unas palabras y el vuestro de escucharlas es recíproco, pero ¡cuidado! Debemos medir bien los tiempos. La ceremonia debe tener un ritmo ágil y dinámico, que sea capaz de captar y mantener la atención de los invitados.
Yo me encargaré personalmente de contactar, revisar y coordinar todas estas intervenciones para redondear una ceremonia única.

 


La ceremonia.

Y por fin llega el colofón final, porque todo lo anteriormente expuesto no son más que aperitivos para llegar al plato principal. La ceremonia debe ser pausada, pero nunca lenta, emotiva, pero no dramática, fresca y divertida, pero no chistosa.
No en vano, representa el compromiso que asumen ambos contrayentes de unirse formalmente en matrimonio y compartir una vida juntos. Este momento quedará escenificado a gusto de los novios, bien mediante la tradicional lectura de los artículos del Código Civil, con el posterior intercambio de anillos, o bien por algunos de los rituales simbólicos que trabajamos, como el de la luz, la arena o el vino.

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